Patricia Severín
Prólogo por Jorge Boccanera
La única certeza es la sospecha de que: “Hay un orden secreto bajo el desorden turbulento”.
Aquí la certeza es el riesgo, es vértigo: un conocer erigido en terrones de tierra que se desgajan bajo preguntas de agua. Probar, abrirse como la llanura a los temporales que la azotan y echarse “por cualquier camino que tenga corazón”, como reza el epígrafe de Carlos Castaneda que abre el libro. El Libro de las certezas instala el relato de un naufragio existencial en la vastedad del campo, donde los constantes aguaceros roen los bordes del tiempo. Escribe patricia Severín: “ La llanura en que nacimos/ no puede contenernos”.
La primera certeza, entonces, es una paradoja: “ se me han terminado las certezas”, dice la autora, advirtiendo sobre esos fundamentos que devienen “vanos dogmas…coraza”. De modo que es necesario “desconocer” el día por delante para volverlo a recorrer por “este deshilvanado acontecer de no tenernos”. La certidumbre, que en determinados casos aquieta y aventaja, tiene según la autora su contraparte en un renovarse que descansa en una decisión de ver – que siempre será un “ver de nuevo”, un dar de nuevo.
El paisaje, que es también protagonista del libro, tiñe con tonos desmesurados la soledad y se hace uno con el sentir de los personajes: “¿Qué cielo abriste?/¿qué deseo?” y “tu voz inmensidad perdida entre el diluvio y el campo”. Aunque este acontecer a campo abierto, lejos de sumar en clave expresionista el dramatismo del páramo, la tierra rasa, la planicie desértica, muestra su exhuberancia en “las bignonias creciendo en la enramada/ las palmeras oscilando su lomo en las estrellas”.Un ejemplo es el poema “Chaparrones”, que superpone naturaleza y sentir. Introducen al clima las líneas de una poesía turca que la autora ubica a modo de epígrafe: “te amo/ en todo lo que amo”. Luego, anotará Severín: “Los fresnos que planté hace tiempo/ están amarilleando/ pronto los pastos serán/ alfombra crujiente, rumor de espera/ atardecer de alfalfa…transplanté palmeras y podé/ largas y heridas hojas secas…extrañaré los pasos/los perros de la Elba/ las herramientas viejas…cuando ya seamos polvo”.
En esa desmesura se tensa la antinomia encuentro-desencuentro, fraguando uno de los ejes del libro: la instancia amorosa, ese “nido de brasas” que cuentan la historia de unos dedos respirando un nombre de mujer, mientras la voz repite: “he tocado su piel/ a través del vidrio opaco/ de las letras”.
En la dirección anotada, también el poema “Aguacero” describe un resquebrajamiento de las fronteras entre la angustia interior y un afuera de inclemencia: “…el repiqueteo no cesa de alumbrar la noche/ ramalazos de agua lavan este grito de vos… y los truenos atraviesas fragmentos…y el agua azota mi rostro hundido en la palma de tu mano”.
Fuerza expresiva y una cadencia sostenida, vital, conducen la respiración de este Libro de las certezas a fuerza de enumeraciones y palabras que se despeñan ensanchando el sentido y el enigma. En ese ritmo que Severín maneja con soltura, cobran fuerza las imágenes del entorno que se mueven entre el anecdotario y el lirismo: “Es fácil remar/ en la tibieza del espejo”, y también: “El mundo ha quedado huérfano…el puente despega maderas sobre el río…las garzas en su hueco de plumas/ se derraman en los charcos”. Este Libro de las certezas es, también el libro de las tormentas, esas pulsiones íntimas que transitan por el tembladeral de los interrogantes: “¿Dónde estuviste/ tanto tiempo sin mí/ sin vos?”Hay que decir que por sobre cualquier signo de lo fatal (ese dístico rotundo de ver “escurriéndose la vida en la fosa común”), Severín apuesta al desafío de un “siempre” amasado entre la fugacidad y la persistencia. Es cuando en medio de la llanura, en una casa estremecida por los vendavales, escribe: “siempre nos quisimos tanto”.
Sobre la autora: Patricia Severín es poeta y narradora. Vive en Santa Fe, Argentina. Publicó en poesía: La loca de la ausencia, Amor en mano y cien hombres volando (junto a Graciela Geller y Adriana Díaz Crosta), Poemas con bichos, Libros de las Certezas, Muda, El universo de la mentira, La abuela y la niña .
En narrativa: Las líneas de la mano, La tigra, Solo de amor, Helada negra, Salir de cacería. Obtuvo el Primer Premio en cuento Alicia Moreau de Justo ; Primer Premio cuento Las Tierras Planas; Faja de Honor de la SADE- por dos veces; Premio Poesía Fondo Nacional de las Artes y Premio Municipalidad de Buenos Aires por Poemas con Bichos; Premio Macedonio Fernández ; Premio Manuel Mujica Laínez. Creó y dirige junto a Alicia Barberis Editorial PALABRAVA. Codirige LECTOBUS Alas de papel.
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